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Víctima
Para algunos autores, las personas que son víctimas de acoso se pueden agrupar en tres: envidiables, que por sus características amenazan los sentimientos de superioridad del acosador; vulnerables, que poseen alguna peculiaridad que les hace parecer débiles y eso activa los rasgos sádicos del acosador; o los amenazantes, que son personas que, al destacar, dejan en evidencia ciertos asuntos que requieren reformarse dentro de la organización. Funcionan como chivos expiatorios dentro del grupo.
Acosador

Es usual que la persona acosadora sea irritable, controladora, prejuiciosa, crítica y pocas veces da reconocimientos positivos. Realiza varios actos que dañan emocionalmente a su víctima y tienden a paralizarla, debido a que en estos espacios laborales no es sencillo defenderse constantemente. Además, utiliza un “disfraz” social, con el objetivo de parecer una persona bondadosa, pacífica e incapaz de ejercer acciones malintencionadas y ama los halagos y alabanzas.
Por otro lado, tiene poca habilidad para ver sus errores y reacciona irritablemente ante las críticas, por lo que casi nunca es capaz de asumir sus propias culpas y las lanza sobre otros. Asimismo, es común que el acosador no se sacie con la persecución, sino que también ambiciona a que la víctima deje de estar en el entorno, aunque si lo logra, después trasladará su acoso hacia otra persona candidata.
Testigos mudos

Quienes se dan cuenta de que existe acoso en el trabajo adoptan conductas pasivas para no ser ellos también objeto de agresión y no poner en peligro su puesto de trabajo. Quien ejerce el acoso se fortalece en el silencio o la complicidad de la persona víctima.
Instigadores

Son aquellas personas trabajadoras que, dentro de un proceso de acoso, consienten y apoyan los actos violentos que ejerce la persona acosadora, facilitan la violencia grupal y satisfacen indirectamente su propio deseo de agredir.