Por aquellos tiempos (siglo XVII), el té era un signo de distinción por su elevado precio debido al tiempo y condiciones de transporte de la época, no obstante, en algunos países como Francia y Alemania ganó mucha popularidad. De igual manera, su consumo en Inglaterra se extiende de la mano de Catalina de Braganza, princesa de Portugal en el siglo XVII, quien trajo una caja de té con ella cuando se casó con el rey Carlos II de Inglaterra y extendió su consumo entre las clases altas del país.
A España llegó más tarde, producto de la moda nacida en países como Francia y Gran Bretaña, pero no fue bien aceptado al inicio, pues el consumo de chocolate y café estaba muy extendido.
Hoy en día el consumo de té está muy extendido en todo el mundo. En Europa era consumido únicamente por las clases altas, en la actualidad es una bebida extendida y consumida por todos.
Generalmente, se ha tenido como costumbre tomar el té caliente, pero sus versiones en frío cada día tienen más seguidores, convirtiéndose en una bebida que permite calentarnos en invierno y refrescarnos en verano.
Pese a su consumo tradicional relacionado con el bienestar, no fue hasta hace poco tiempo que se iniciaron estudios científicos con relación a las propiedades del té y hasta hoy, continua en investigación.